No sabías que duraría tanto ni tan intensamente desde ese primer instante. Hubieron momentos irrepetibles, de los de no poder parar de reír hasta llorar, pero también los hubo de no poder parar de llorar hasta dormir.
Ahora miras hacia atrás y piensas en todo lo que has vivido, por todas las paradas que has hecho a lo largo del camino, y todas las veces en las que te has dado la vuelta y has decidido dar unos cuantos pasos marcha atrás. Sabías que no era lo mejor para ti, pero no podías detener los impulsos por los que te guiabas. Pensabas que valían la pena meses de sufrimiento por unos cuantos minutos de felicidad. Y no lo dudo.
Pero hay que saber seguir hacia adelante, porque si nos quedamos estancados en algo que ya no está vivo, somos los que sufrimos las consecuencias. Y la vida no está hecha para vivirla, está hecha para disfrutarla. Llega un día en el que decides pararlo, que te toca seguir andando hacia lo que te estaba esperando mientras tu te debatías entre caminar y voltearte hacia atrás.
Cada vez me doy mas cuenta de que la vida da muchas vueltas y que cosas que suceden nunca imaginarías que fueran a pasar. Pero también sé que todo pasa por algo,
y que todo ese sufrimiento no ha sido en vano. Nunca nadie dijo que iba a ser fácil poner los sentimientos a prueba de fuego, y en el proceso se quemaron. Pero como las heridas, todo se cura.
Por eso, no deberías pensar en el tiempo que has perdido o en la cantidad de horas que le has dedicado a algo que nunca llegó a ser nada.
Te quiero proponer un brindis.
Por aquel peso que llevaste tanto tiempo encima de tus hombros, que te ha dejado marcas, porque quien pisa fuerte deja huella. Pero hoy solo son cicatrices, así que brindemos por las cicatrices que hoy son solo recuerdos de aquello que nunca sucedió, pero te ha hecho ser quien eres hoy.
V.
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