Pero quiero que pierdas esa costumbre de volver cuando te apetece. Que mi corazón es algo demasiado valioso para que lo pises cuando quieras. He tardado más tiempo de lo deseado en reconstruirlo después de cómo lo dejaste en su momento.
Te fuiste de repente y eso tuvo sus consecuencias, ya no confío en ti como lo hacía antes. Me hiciste mucho daño, y eso es algo que jamás olvidaré pero eso ya es pasado, y es una puerta cerrada, he de decir. Tienes que darte cuenta de que esa puerta esta cerrada con llave y candado y ya no puedes volver e irte, acto seguido como solías. Quizás no lo valoraste lo suficiente en su momento, pero ya no hay nada que puedas hacer.
Perdiste la oportunidad de que yo te hiciera feliz, que verdaderamente era lo que más quería, pero ya habrá un siguiente que sabrá apreciarlo. Perdiste mi confianza en tu certeza de saber lo que haces, y de mirar hacia un futuro juntos, porque antes de llegar al presente ese camino se bifurcó, y nunca llegaron a unirse de verdad, aunque viajábamos en paralelo. Y ahí fue el error, que creíamos ir juntos, pero sobretodo, me perdiste a mi. O mas bien, te perdí yo a ti. Pero fueron cosas del destino, hubo una la razón por la que nunca funcionó, y sigo preguntándome cuál será.
Dar segundas oportunidades implica un esfuerzo en resistir lo irrestible, y en dar tu confianza en alguien que una vez la malgastó. Y a veces puede significar darle una segunda bala para la pistola a quien apuntó mal la primera vez.
No te guardo rencor ni mucho menos, de hecho he aprendido muchas cosas de ti y si algo sé es que hasta de las malas hay que sacar algo bueno, y tu me hiciste ver las cosas desde otra perspectiva. Y me quedo con lo bueno. Pero siento que avanzar y retroceder es un recorrido que no lleva ninguna parte, y que el pasado, pasado es.
Por eso te pido que no vuelvas, que sigas con tu vida y yo con la mía, que uno no debe buscar la felicidad en el mismo sitio donde la perdió. Y que si te quedas, hazlo para siempre.
V.